3 de febrero de 2012

El acoso moral en la empresa

"Duerme mal y le dan miedo los lunes por la mañana porque hay que volver al trabajo. 
Tiene migrañas y no puede evitar llorar cuando, por la noche, 
le cuenta a su marido cómo ha ido el día. 
Pierde toda motivación y ya no tiene ganas de salir ni de ver a sus amigos" 
(Caso clínico de Clemence)

A pesar de la aparición de los directores de recursos humanos, las empresas, salvo excepción, rara vez se toman el serio el factor humano, y todavía menos la dimensión psicológica de las relaciones laborales. 

Para una empresa, las consecuencias económicas del acoso no son despreciables. El deterioro de la atmósfera de trabajo conduce a una disminución importante de la eficacia o el rendimiento del grupo o equipo de trabajo. La gestión del conflicto se convierte en la principal preocupación de los agresores y agredidos, y a veces incluso de los testigos, que dejan de concentrarse en sus tareas. Las pérdidas para una empresa pueden alcanzar entonces proporciones importantes. (...)

En el lugar de trabajo, los jefes de empresa, directivos y supervisores son los que deben optar conjuntamente por: no ser indulgentes, rechazar el acoso y velar porque se respeten todos lo niveles de la persona. Deben imponer el respeto por los individuos. Los sindicatos, cuyo papel es el de defender a los asalariados, deberían incluir entre sus objetivos la protección eficaz frente al acoso moral y los demás atentados contra la persona. 

No deberíamos trivializar el acoso ni convertirlo en una fatalidad de nuestra sociedad. No se debe a la crisis económica actual, sino a la despreocupación del tipo de organización imperante. 

-Fragmento del libro: Acoso Moral, de Marie-France Hirigoyen- 

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