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24 de febrero de 2014

¿Soy codependiente?

En un artículo anterior traté lo que era la dependencia emocional. La dependencia en general es un concepto que suena más, se oye más, sin embargo, aunque la codependencia es más desconocida se da con la misma frecuencia.

¿QUÉ ES LA CODEPENDENCIA?

Como probablemente no has oído hablar de la codependencia, aquí te doy una serie de características que quizá te suenen más:

- Eres el cuidador, ese es tu papel. Con tu pareja, o con familia, o con tus amigos. A veces puede ser que solo sea con una persona y no haya sido tu patrón de conducta antes, pero de lo que se trata es de que cuidas a las personas. Si preguntas a alguien que te defina dirá de ti que “das mucho”, “que siempre te preocupas de los demás”.

- Te haces responsable de la otra persona o personas: de sus fracasos, de sus reacciones emocionales, hasta de sus tareas y así experimentas más control sobre las cosas. Por ejemplo: Si alguien está triste tienes que animarlo, si a alguien no le da tiempo a ir a un sitio ya vas tú por él, si alguien se enfada contigo ha sido tu responsabilidad enfadarlo y tienes que calmarlo (en esta situación te sientes especialmente mal, no puedes soportar que haya alguien enfadado contigo). En general sientes que tienes que solucionar las cosas que van mal. Y esto empeora si además tienes alguien a tu cargo como un niño, una persona anciana o enferma, ahí, tu vida y hasta tus necesidades básicas prácticamente desaparecen.

- Tratas de complacer a otros en lugar de a ti mismo: te centras más en las necesidades de la otra persona hasta tal punto que las tuyas pasan a un segundo plano. Si te paras a pensar te das cuenta que a lo largo del día haces cosas por tu empresa, por tu pareja, por tus amigos, por tu familia pero tienes pocos ratos, por no decir ninguno, en el que haces cosas solo útiles o placenteras para ti.

- Asumes una carga excesiva que no te satisface porque nunca controlas plenamente lo que ocurre o cómo se te agradecen los esfuerzos que haces. Con frecuencia sientes que tú das mucho pero te preguntas porqué los demás no dan lo mismo.

- Si tú crees que tienes la razón no soportas que los demás no te hagan caso, empleas mucho tiempo en convencerlos de cosas (que es mejor no fumar, que hay que comprar esta cosa, o que deberían ir a un gimnasio, etc) y aunque a veces te reconozcan que llevas razón, en general, si sientes que te ignoran te da mucha rabia. A veces la gente cercana te ha llegado a etiquetar de “controladora”o “cabezota”.

- Has tenido relaciones donde tu pareja tenía problemas (emocionales, familiares, económicos, psicológicos o de cualquier otro tipo) y tú te has dejado la piel en ayudarle, has dejado tu vida casi de lado. Si la relación ha acabado o la otra persona no ha solucionado sus problemas probablemente estés sufriendo mucho y lo achaques a que "si él/ella cambiara…".

¿QUÉ HACER?

Hay muchas más características pero aquí solo menciono algunas de las que se dan con más frecuencia.

En resumen, si has cuidado tanto de los demás que ahora te estás empezando a dar cuenta de que no eres feliz, sería bueno que buscaras remedio, a veces ni siquiera sabes qué quieres ahora, solo que estás triste y que la situación debería cambiar.

Si es tu caso, si te sientes identificado con esta descripción (no hace falta que te sientas identificado con todo, con que en general acierte ya se podría considerar codependencia) pide ayuda. 

Es difícil dejar el papel de cuidador, dejar de ser el bueno, dejar de ayudar a los demás, pero de lo que no te has dado cuenta es de que no tienes que dejar de hacerlo pero al mismo tiempo también te debes cuidar a ti. 

Si vienes a terapia conmigo nos centraremos en ti y en tus necesidades, en que vuelvas a oír esa parte de ti que has descuidado, que vuelvas a reconectar con tus deseos y que aprendas a decir que no a los demás de vez en cuando y que te digas a ti que sí alguna vez. 

Anímate, la primera consulta es gratuita.

16 de mayo de 2012

Personalidades y maltrato (II)

"Me contaba tranquilamente mientras comíamos cómo me iba a descuartizar"
(caso real)

Aunque los trastornos mentales en un sentido estricto son relativamente poco frecuentes (cerca del 20% del total) en los agresores en el hogar (Sanmartín, 2000, 2002), sí que hay alteraciones en el ámbito del control de la ira, de la empatía y expresión de emociones, de las cogniciones sobre la mujer y la relación de pareja y de las habilidades de comunicación y de solución de problemas. 

En cuanto a los trastornos de personalidad hemos de añadir lo siguiente al post anterior: 

"Asimismo algunos trastornos de personalidad pueden estar implicados en la adopción de conductas violentas en el seno de la familia (White y Gondolf, 2000). En concreto la psicopatía (o trastorno antisocial de la personalidad), caracterizado por la manipulación, por la falta de empatía en las relaciones interpersonales y por la ausencia de remordimiento ante el dolor causado, propicia la aparición de conductas violentas y crueles. Cuando el maltratador es un psicópata habitualmente plantea exigencias irracionales, muestra un desapego hacia los hijos, suele ser un parásito, abusa del alcohol o de las drogas, no tiene amigos y es un manipulador que utiliza a los demás en su beneficio (Garrido, 2000, 2001, Hare, 2000). 

A su vez, el trastorno borderline, en el que son frecuentes la impulsividad, la inestabilidad emocional y un sentimiento crónico de vacío, propicia la aparición de conductas impredecibles en la relación de pareja. 

Por último el trastorno paranoide, en el que la desconfianza y los recelos están presentes de forma constante."

-Enrique Echeburúa- Hombres violentos contra la pareja: Perfil psicopatológico y programa de intervención.

21 de abril de 2012

Personalidades y maltrato (I)

"Empiezas cediendo, para que no se enfade, para conservarle. 
Crees que te quiere porque da cosas buenas pero cada vez 
van apareciendo más cosas malas."
-Galligo Estévez-

PERSONALIDAD NARCISISTA 

Normalmente cuando una mujer ha sido maltratada, existe la creencia de que este patrón volverá a ser repetido por la agredida y que en su siguiente pareja buscará a alguien que tenga unos patrones parecidos de personalidad, y por lo tanto, acabará de nuevo en una relación de sumisión. 

No es la intención de este post repasar la causas por las que ocurre esto, la personalidad de la mujer maltratada será tratada posteriormente. En esta primera entrada hablaremos de la personalidad narcisista como uno de los tipos que puede ser la clase de personalidad dominante en una relación de maltrato, es decir, una de las personalidades predisponentes a tomar el papel de agresor. 

Espero que la descripción del trastorno sirva a identificar los patrones por parte de personas que pueden estar sufriendo este fenómeno.

El resto de este texto es un extracto del libro: Acoso moral de Marie-France Hirigoyen donde nos describe brillantemente el fenómeno. 

"Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y aprobación. Sienten una gran envidia hacia aquellos que poseen algo que ellos no tienen o simplemente parecen disfrutar de sus vidas. No sólo les falta profundidad emocional y capacidad para comprender las complejas emociones de los demás, sino que además sus propios sentimientos carecen de diferenciación, encendiéndose en rápidos destellos para dispersarse inmediatamente. En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo y reacciones depresivas, siendo esta última una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no una verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban.

Son individuos megalómanos que se colocan en una posición de patrón de referencia del bien y el mal y de la verdad. A menudo se les atribuye un aire moralizador, superior y distante.

A menudo se les describe como personas seductoras y brillantes. Una vez que pesca al “pez” basta con mantenerlo enganchado mientras que se le necesite. El otro no existe, no se le ve ni se le escucha; es simplemente útil. No existe la noción de respeto al otro.

No se interesan por las complejas emociones de los demás. Son impermeables al otro y a su diferencia, salvo en los casos que esa diferencia pueda molestarles. Se produce una negación total de la identidad del otro, cuya actitud y pensamientos tienen que conformarse a la imagen que los perversos tienen del mundo.

Los perversos nunca son responsable o culpables, todo lo que anda mal es siempre culpa de los demás.

Estos agresores no son en ningún modo autónomos; sin embargo, piensan que es el otro el que solicita la sujeción. Se niegan a ver el carácter depredador de su propio enganche, pues ello  podría provocar una percepción negativa de su imagen. Si el compañero se muestra independiente lo pueden interpretar como hostil y rechazador.

Donde podría aparecer la culpabilidad, nace una angustia insoportable que se proyecta con violencia sobre el chivo expiatorio. Proyectar todo lo malo sobre alguien les ayuda a sentirse mejor  y les garantiza cierta estabilidad."

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Hirigoyen, M. F (1999) El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Buenos Aires. Paidós.
Galligo Estévez, F (2009) SOS... Mi chico me pega pero yo le quiero. Madrid. Pirámide

23 de febrero de 2012

Género y dependencia emocional

"Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en una ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. (...)
Me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un sólo lado"
Rayuela (cap.93) - Julio Cortázar-


Ilustración de Clara Hernández Korai

Algo que llevo observando desde hace tiempo, tanto en las relaciones de pareja "normales" como en aquellas afectadas de maltrato es cómo los mandatos de género determinan la manera en la que se vive y se mantiene la relación, y no sólo entre las parejas heterosexuales, sino también en las homosexuales. Esto no es ninguna novedad y está ampliamente estudiado; sin embargo, me gustaría hablar de uno de esos mandatos de género en particular. 

El género es la construcción social de nuestro sexo, es decir, la manera en la que se nos educa por ser biológicamente mujeres o biológicamente varones. 

Uno de esos "estereotipos de feminidad" al que yo atribuyo especial relevancia a la hora de buscar y permanecer en pareja es el hecho de que la mujer está relacionada con el mundo emocional; es decir, el hombre ha controlado el mundo de las finanzas, el trabajo, lo racional, mientras que a la mujer se la ha asociado con las relaciones interpersonales, con el afecto, con los cuidados, con el apego y no sólo con la creación de estos vínculos sino con la responsabilidad de su mantenimiento. 

De esta manera se observa como muchas mujeres se sienten responsables de su relación fracase o la mantienen a pesar de que ya no es una relación que le aporte nada (o tenga consecuencias negativas importantes, como es el caso del maltrato). Racionalmente reconocen que no desean estar con esa persona, pero emocionalmente no pueden permitirse perderla puesto que esto supondría un fracaso, una mella significativa para su autoestima. 

"Es innegable la importancia crucial, vertebral, que adquieren las relaciones humanas, los vínculos de gran intimidad y permanencia en el tiempo, en la organización de la identidad femenina. Por ello se sienten fracasadas ante las rupturas amorosas o las pérdidas" (Dio Bleichmar, 1991)

Así, lo emocional queda sobredimensionado para las mujeres, también en que el éxito depende del establecimiento de una relación de pareja. Tradicionalmente una mujer sola ha sido una solterona, se siente mal, incluso llega a sentirse no querida, vacía. Por contra, un hombre soltero es un vividor, un conquistador. Estas caricaturas anquilosadas que nos parecen anticuadas aún siguen presentes con fuerza. De hecho, me atrevería a afirmar que últimamente se ha llegado a copiar el modelo masculino, es decir, tradicionalmente un hombre era exitoso cuantas más "amantes" tuviese, cuanto más conquistaba. Este modelo se puede observar en las féminas de generaciones venideras: cuanto más se conquista, más feliz se es, más guapa, más autoestima, más truinfo. A las personas se le enseña a valorarse por el "otro" externo, cuando se está soltero uno no se siente "completo", y la sociedad lo recuerda de diversas formas: "pero sal a ligar hombre", "mira qué guapo es ese chico, ¿no te subiría el ánimo?".  

El discurso familiar y social se encarga de orientar a la mujer a que busque en ese otro externo la valoración y la identidad que precisa: el otro, los otros, el sostén y cuidado de otros, pasan a ser su prioridad como objetos que le confieren identidad y valor, como forma de apuntalar su autoestima. 

Sin duda, esto es en gran parte el germen de los fenómenos de dependencia y codependencia (mantener una relación como "cuidadora" de la otra parte de la pareja). 

Así, muchas veces, romper una relación para una mujer es tremendamente complicado, sobre todo es paradójico en una situación de maltrato: si permanece en ella su autoestima va menguando, pero si la abandona también lo siente como un fracaso personal. 

También por este motivo hay gente (tanto hombres como mujeres) que "necesita" encadenar relaciones y no sabe permanecer soltero/a puesto que se siente vacío. Es muy importante recordar que los mensajes que provienen del exterior, de la sociedad, son los mensajes que incorporamos e interiorizamos, incluidos los mitos del amor romántico: "la media naranja", "el amor para siempre", "no hay nada que no cure el amor", "si nos amamos lo superaremos". 

En muchas ocasiones el trabajo del psicólogo es identificar estos patrones distorsionados e intervenir sobre ellos puesto que las personas pueden ser perfectamente felices solteras, nadie "necesita" una media naranja, el amor no puede "curar" a nadie de sus problemas personales, se puede querer a una persona y no ser feliz con ella y las cosas que ocurren en una pareja siempre están implicadas ambas partes y no nunca de una sola, no hay "culpables", sino gente responsable de las decisiones que toma.
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Bibliografía: 
Romero, I (2004). Desvelar la violencia: una intervención para la prevención y el cambio. Dirección General de la Mujer. Comunidad de Madrid. Papeles del psicólogo, mayo, núm 88.
Corsi, J. (2003) Maltrato y abuso en el ámbito doméstico. Buenos Aires. Paidós. 
Hirigoyen, M. F (1999) El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Buenos Aires. Paidós.
Galligo Estévez, F (2009) SOS... Mi chico me pega pero yo le quiero. Madrid. Pirámide


27 de noviembre de 2011

¿Soy dependiente emocional?

"Sin ti no soy nada, una gota de lluvia mojando mi cara."
-Amaral-

Foto de: Clara Hernández Korai

En el día a día la gente habla coloquialmente sobre la dependencia emocional, y se suele oír muy a menudo cómo se clasifica a alguien de "dependiente". Pero... ¿cuáles son las características de una persona dependiente emocional?

La dependencia emocional se ve a todas horas en la práctica clínica; tanto es así que últimamente se está barajando incluirla como trastorno de la personalidad en la próxima edición del DSM (el manual diagnóstico de los trastornos mentales). Esta dependencia se define como "la necesidad extrema de carácter afectivo que una persona siente hacia su pareja a lo largo de sus diferentes relaciones". 

Una persona dependiente tenderá a comportarse de la siguiente forma:

Siente una necesidad excesiva del otro, deseo de acceso constante hacia él. O lo que es lo mismo: invierte un tiempo excesivo en encontrarse con la pareja, no quiere estar solo, no se siente bien estando solo, y focaliza todo su tiempo y esfuerzo en encontrarse con esa persona.

Por otro lado, quiere que su pareja le sea exclusiva y ser exclusiva para ella, desechando o dejando de lado incluso sin darse cuenta otro tipo de relaciones tales como amistad, familia, etc. Es decir, se prioriza a la pareja sobre cualquier otra cosa descuidando otras áreas. Esto puede ser especialmente grave si percibe que la pareja está en peligro, ya que existe un miedo terrible a la ruptura, de tal modo que la persona puede llegar a hacer "de todo" para no perderla, llegando a basar toda su autoestima y sensaciones de bienestar en la existencia o no de la relación, generando sensaciones de angustia abrumadoras cuando el final de la relación se ve cercano.

Además también suele haber un proceso de idealización previo; se le atribuyen a la pareja cualidades fantásticas y se le justifican casi todo tipo de comportamientos, incluso cuando tienen consecuencias negativas para la persona que los sufre. Tanto es así que la persona puede llegar a adoptar el sistema de creencias de la pareja, por ejemplo, puntos de vista y creencias que no le son propios para justificar comportamientos o para tolerarlos. Es decir, que en última instancia, la persona queda subordinada a su pareja, y se comporta de manera sumisa, es decir, sus comportamientos se basan en agradar y no "lastimar" a su relación, anteponiendo las necesidades de ésta antes que las suyas propias. 

Normalmente suelen ser personas con una historia previa de relaciones de parejas desequilibradas y suelen fijarse en personas que son especialmente narcisistas y fácilmente idealizables. Por lo general acostumbran a encadenar una relación con otra o a no superar una relación anterior hasta que no se embarcan en la siguiente. 

Las fases por las que suelen pasar este tipo de parejas son: 1) Euforia, 2) Subordinación, 3) Deterioro, 4) Ruptura, 5) Relación de transición, 6) Re-comienzo.

La persona puede pasarlo muy mal, sobre todo durante los períodos en los que "pierde" a la pareja, o donde es consciente de que está anteponiendo todo por ella; es muy frecuente que tengan sentimientos de impotencia, se sientan culpables y no tengan muy buena auto-imagen de ellos mismos. Sin embargo, cuando la relación está bien suelen sentirse excepcionalmente felices.